La silla mecedora

.

Yo siempre iba a su casa y quería sentarme en esa silla. No era una silla común, era una silla mecedora; y a mis 9 años me parecía que era algo así como un trono. Más aún porque cuando me sentaba en ella cerraba mis ojos y me mecía. Siempre supe que algún día tendría una. Son esos objetos que uno no sabe por que idealiza tanto

La traje hace un ratito, estaba abandonada en la casa de Guille, cubierta de polvo y de viejos recuerdos. Cuántas historias habrá detrás de esa silla mecedora. Tal vez alguna futura mamá meció sus fantasías mientras acariciaba el retoño de su vientre... Tal vez alguna abuela tejió historias de lana de muchos colores mientras algún chiquito corría a su alrededor... Tal vez algún gato fisgón balanceó sus curiosidades tratando de adivinar de que se trataba ese objeto casi vivo y misterioso. Hoy, me toca a mí mecer mis propias fantasías, mis tantas historias, y mis incontables curiosidades. 

Cuando vi esas dos rayitas hace poco más de cuatro meses mil cosas vinieron a mi mente. Una cosita chiquitita, diminuta, se está gestando dentro mío. Me toco la panza cada día, como protegiendo algo, como nunca antes en mi vida, y vislumbrando a cada momento todo lo que mi vida está cambiando. Ahora, voy a necesitar la silla mecedora.

Ojalá todas las mamás de este mundo puedan tener su silla mecedora, para hamacarse en sus sueños mientras susurran el arrorró.
                                                                       6 de julio 2012

Comentarios